Pudiera parecer inapropiado representar una obra profana en el interior de una iglesia, pero nada más lejos de la realidad, al menos en esta ocasión. El contratenor y director Xavier Sabata ha aprovechado con tino el marco de la iglesia del Carmen, rodeada por los frondosos jardines del castillo de Peralada, para llevar Rinaldo al festival. El resultado es la sensación de un pequeño viaje fabulado, a un tiempo anterior, que seguramente nunca existió.

Con tan solo cubrir el altar con una lona negra se resaltaron las vidrieras y la arquería gótica, transformando entonces el espacio del templo en un castillo medieval en Tierra Santa. Eso y unos pocos ingenios técnicos completaron la paleta de recursos: iluminación en las puertas laterales con rojo tumulto para los malvados y azul plácido para los héroes. En sus continuas entradas y salidas a escena, los actores esbozaron la dramaturgia del libreto a través de gestos magnificados, envueltos en unos trajes contemporáneos que intentan capturar la esencia de sus papeles. Una aproximación cándida y unidimensional, pero también encantadora, que encaja bien en este cuento de magas y damas secuestradas.

Para evaluar el terreno estrictamente musical hay que volver a mencionar el contexto espacial. El tiempo de reverberación y los ecos de la iglesia hicieron que la orquesta Vespres d’Arnadí sonara especialmente carnosa, lejos de los sonidos ásperos que suelen producir las formaciones de instrumentos de época; incluso el clave en las manos de su director Dani Espasa emitió mullido y cálido. Hubo momentos de delicada belleza -especialmente memorables las maderas- y en general proporcionó una buena base instrumental para el lucimiento de los cantantes, aunque faltara cierta tensión y contraste dramático en el desarrollo de la trama.

Vocalmente, la estrella de la noche fue la soprano Nuria Rial en su papel de la desdichada Almirena, y también de Mujer y Sirena. Fascinó con una línea de canto clara y suave en cada una de sus apariciones. Basó su actuación en emotividad y sencillez huyendo de un exceso de coloraturas. A ella le corresponden los momentos más notables de la noche: deliciosa su mímica de los pájaros en “Augelletti che cantate”, evocadora su aparición en las ventanas geminadas en “Il vostro maggio” y balsámico su “Ah! crudel” acompañada de los oboes. En el esperado “Lascia que io pianga”, sí dio rienda suelta a los adornos, buscando una mayor afectividad y siempre lejos de exhibiciones gratuitas –inolvidable el trémolo final en la palabra “libertà”. Si en muchas ocasiones Almirena se enfoca como una gran lamentadora, la suya iluminó la historia a través de la ilusión y la esperanza.

Sabata fue, por supuesto, el otro gran protagonista de la noche como Rinaldo. Muy energizado, resolvió el papel exhibiendo ese color que nunca intenta esconder el timbre del falsete. Lució expresividad en un “Cara sposa” con mimo a los crescendos y a las medias voces. Sacrificó dicción por la belleza vocal en las arias, y estuvo espléndido en los recitativos –pura adrenalina en el enfrentamiento con Armida del segundo acto.

Mary-Ellen Nesi como Armida desplegó genio interpretativo a plena voz en sus primeras apariciones, con amenazantes florituras y ágiles pirotecnias vocales -incluso pareció respirar sin interrumpir la emisión en “Combatti da forte”. Su actuación, sin embargo, se resintió según avanzaba la noche hasta un “Fatto e Giove” final algo rígido y esforzado. Juan Sancho como Gofreddo mostró un bonito color oscuro resaltado por un atractivo vibrato. Siempre fue grato atender a su instrumento, aunque se echó en falta una mayor versatilidad dramática. La excelente dicción y campechanía de Josep-Ramon Olivé y la solvencia justa de Hilary Summers completaron el sexteto protagonista.

Cinco cámaras y una grúa con cabeza caliente inmortalizaron la ocasión, de la que podremos volver a disfrutar en unos meses en televisión. Este Rinaldo a modo de cuento ha creado momentos preciosos y un ingenuo espíritu de fantasía muy apropiado para una tórrida noche de verano. Y algo más que se comentaba con orgullo complaciente entre el público a la salida, está "hecho con recursos locales”.

El alojamiento en Figueras para Juan José Freijo ha sido facilitado por el Festival Castell de Peralada.

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