Puértolas y Camarena protagonizaron una velada que fue de alegría y bálsamo para los amantes del bel canto del Liceu de Barcelona. La fille du régiment, con un reparto compensado y de altos vuelos, hizo las delicias del público que tenía ganas de una de las obras de Donizetti que más momentos estelares ha dado en los últimos años en el coliseo barcelonés.

Uno piensa inmediatamente en esta producción de La fille al escuchar el nombre de Laurent Pelly; y es que el director de escena francés tiene en ella uno de sus mejores logros. Con una fantástica escenografía de Chantal Thomas que sugiere un universo entre juegos infantiles y el mundo de los sueños, y con un movimiento actoral preciso como la maquinaria de un reloj suizo (en este caso sería tirolés), la propuesta sintoniza perfectamente con la partitura del compositor de Bérgamo.

Javier Camarena hace apenas dos meses que brindó un debut más que meritorio como Duque de Mantua en un Rigoletto que será recordado. Ahora se presentaba con un papel que le va como anillo al dedo y que ya le ha dado el estatus de opera star, y claro, todo el público entendido esperaba que se repitiera el “milagro” del bis después de la celebérrima aria “Ah! mes amis, quel jour de fête!”, y por supuesto que se produjo. La seguridad del tenor mexicano encandiló a la audiencia, que era, según el propio Camerana declaró antes del estreno, la que daría la pauta para entregar o no un bis. Pero reducir el papel de Tonio en una sola aria sería un pecado de difícil redención. Sin salir de la partitura de La fille, el propio Camarena coincide con el otro enorme Tonio que recrea Juan Diego Flórez, nos encontramos con el aria del segundo Acto “Pour me rapprocher de Marie”, donde encontramos además al Donizetti más romántico y maduro, y donde un re bemol final después de la pirotecnia de “Ah! mes amis…” es un desafío para cualquier tenor. La voz de Camarena se encuentra en su plenitud, brillante y con suficiente cuerpo en el registro medio agudo, que es su tesitura ideal. Tan solo le faltó algún punto en lo actoral, donde se muestra más frío que otros, hecho que después de “regalar” dieciocho dos de pecho en la platea ya casi nadie recordaba, obviamente.

Pero La fille no es Tonio, se llama Marie, y fue maravillosamente interpretada por Sabina Puértolas. La soprano navarra compuso un fenomenal rol, con una voz preciosa y unas dotes actorales que, en la propuesta escénica de Pelly, nos hicieron recordar a otras grandes como la tristemente retirada de los escenarios Natalie Dessay o Patrizia Ciofi. Su voz es dúctil y ofrece un dominio sin fisuras de la coloratura. Tuvo en sus modulaciones dramáticas un punto de indudable valor, con un aria “Il faut partir” acompañada acertadamente por el corno inglés, donde vimos su lado más lírico. El papel de Marie no tiene prácticamente descanso y además de la exigencia musical requiere una buena dicción francesa, si bien esta no fue perfecta, no chirriaba en ningún caso. Una cantante que sin duda nos brindará muchas funciones brillantes y que se ha ganado ya un lugar en corazón del público del Liceu, después de verla en La sonnanbula o una estupenda Despina en Cossì fan tutte.

El Sulpice de Simone Alberghini rivalizaba con dos enormes cantantes en el escenario y contribuyó a conformar una gran terna de protagonistas. Conocedor del repertorio donizettiano, supo entrar en el personaje, que rara vez se aleja de la caricatura, y gustó al público.

Ver a la gran Ewa Podleś como Marquesa de Birkenfeld, en un ambiente distendido y alejado de las enormes creaciones que ha realizado en su vida, es todo un lujo. Su voz ya no está en su mejor momento, pero conoce su instrumento y sabe dar lo justo para salir airosa del papel, además, escucharla decir “¡qué petarda!” en perfecto castellano, ¡no tiene precio! También gustaron los pequeños papeles de Bibiana Fernández como la extravagante Duquesa de Krakenthorp, muy en la línea de Cruella de Vil. El Hortensius de Isaac Galván o las breves intervenciones de Carlos Daza como Caporal u Olivier Decriaud como Notario. Cabe destacar la aportación del coro, que además combina estos días La fille con El holandés errante.

De escaso protagonismo, pero bien llevada, fue la parte orquestal dirigida por Giuseppe Finzi, que en ningún momento restó oportunidad de lucimiento a los cantantes. Acertados también los soli de la orquesta, en especial la trompa de la obertura, el corno inglés y el violonchelo.

Una velada de ópera de gran nivel y apta hasta para los más recalcitrantes detractores del bel canto. Vive la Fille!

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