Joyce DiDonato encarna una buena Semiramide en Munich

Joyce DiDonato encarna una buena Semiramide en Munich. Foto: W. Hösl
Joyce DiDonato encarna una buena Semiramide en Munich. Foto: W. Hösl

Uno de los atractivos de la programación de la actual temporada de la Bayersiche Staatsoper era esta nueva producción de Semiramide, que ofrecía como novedad adicional la presencia de la mezzosoprano Joyce DiDonato en el personaje protagonista. La representación ha sido un éxito moderado, con una producción moderna, una buena dirección musical y un reparto discutible, bien servido, aunque sin grandes voces.

Semiramide es una de las óperas más importante de Rossini, pero tiene el inconveniente de su muy larga duración. No es extraño, por tanto, que a lo largo de los años se haya ofrecido la ópera con cortes de importancia y únicamente se ha podido ver de forma que podríamos llamar integral en algunos festivales especializados y, particularmente, en el Festival Rossini de Pésaro. Debo decir que hace 13 años la hizo de forma completa Alberto Zedda en el Teatro Real y recuerdo la estampida del público al terminar la representación. Aquí se ha ofrecido una versión muy completa de la ópera, lo que supone un esfuerzo importante, pero creo que no habría estado de más haber hecho algunos cortes. La duración del espectáculo ha alcanzado las 4 horas y con un solo intermedio. No son muchas las óperas cuyo primer acto roza las dos horas de duración. Apenas recuerdo otra que El Ocaso de los Dioses.

Al frente de la dirección musical ha estado el italiano Michele Mariotti, el actual director de la Ópera de Bolonia y que, si no estoy mal informado, hacía su debut en Munich. Por sus antecedentes no hay duda de que la música de Rossini ha sido una constante en la vida de este todavía joven director y eso siempre se nota. Efectivamente, su dirección ha sido siempre segura y vibrante, acompañando bien a los artistas y sacando un notable rendimiento de la Bayersiche Staatsorchester. Muy buena también la prestación del Coro de la Bayerische Staatsoper.

La reina Semiramide fue interpretada por la mezzo-soprano americana Joyce DiDonato y no deja de ser una anomalía que ella se haga cargo de un personaje escrito para soprano. Es verdad que a lo largo de los años Semiramide ha sido interpretada por todo tipo de sopranos, incluyendo algunas ligeras, pero lo que el personaje requiere es una soprano dramática de agilidad, con centro muy importante, buenos graves y grandes dosis de virtuosismo, además de notas altas. Evidentemente, Joyce DiDonato no es una soprano dramática de agilidad, sino una mezzo-soprano aguda, con una técnica de canto impecable y grandes dosis de expresividad. Lo que no tiene son los agudos – escritos o de tradición – del personaje. No son calantes los que ella da, sino que simplemente evita los más expuestos. Cada uno es muy libre de dar más o menos importancia a estos detalles, aunque confieso que yo sí les doy, pero con la americana estamos acostumbrados a ello, no en balde ha sido la protagonista de La Donna del Lago en muchas ocasiones, como lo ha sido también de Maria Stuarda o de la Alcina de Haendel. Joyce DiDonato cantó con gran gusto, con una voz de calidad, impecable en coloratura y cantando siempre con expresividad, especialmente en la escena del segundo acto que precede a su muerte.

Daniela Barcellona volvía a encarnar la parte de Arsace, como lo ha hecho tantas veces en el pasado. Mantiene a la perfección el canto de agilidad, así como su musicalidad, destacando en los preciosos dúos con Semiramide. La he encontrado más corta de graves que anteriormente y con las notas altas, que nunca han sido muy bellas, menos atractivas que hace un tiempo.

Alex Esposito dio vida al malvado Assur y lo hizo de manera notable, aunque menos brillante y más impersonal que un Samuel Ramey hace 20 años o un Ildar Abdrazakov en la actualidad. Es un buen cantante, aunque no excepcional.

Joyce DiDonato encarna una buena Semiramide en Munich. Foto: W. Hösl
Joyce DiDonato encarna una buena Semiramide en Munich. Foto: W. Hösl

El tenor americano Lawrence Brownlee tuvo su momento de gloria en el aria y cabaletta del segundo acto, que cantó con gusto y sin problemas en las comprometidas notas altas. La voz tiene calidad y se mueve bien en agilidades, si bien su volumen vocal resulta un tanto corto.

Simone Alberghini lo hizo bien en la parte de Oroe, mientras que la soprano francesa Elsa Benoit cumplió bien en la parte de Azema, de la que se abrió el aria del segundo acto. Galeano Salas fue un adecuado Mitrane, mientras que el bajo Igor Tsarkov fue la Sombra de Nino, cantando en interno y amplificado.

Como digo más arriba, se trataba de una nueva producción del americano David Alden, que trae la acción a tiempos modernos en un medio musulmán. La producción sirve bien a la trama y no molesta, lo que no es poco en una producción moderna. La escenografía de Paul Steinberg se basa en una serie de módulos en forma de paredes móviles, cuyos simples movimientos hacen cambiar la ubicación de las escenas con gran facilidad. Con pocos movimientos pasamos del templo al palacio de Semirámide o a las habitaciones de la Reina y, finalmente, a la tumba del asesinado Rey Nino. Las paredes se completan con fotos de la familia de Nino y Semiramide. El vestuario de Buki Shiff resulta atractivo en el caso de Semiramide y del Coro de musulmanes. Hay un buen complemento de proyecciones de videos, cuyo autor es Robert Pflanz. La correcta iluminación corre a cargo de Michael Bauer, como casi siempre en Munich. En conjunto, me parece un buen trabajo de David Alden, aunque creo que podría haber sacado más partido al movimiento de masas. La dirección de actores es siempre adecuada.

El teatro estaba totalmente lleno y el publico se mostró cálido con los artistas, aunque claramente menos entusiasmado que el día anterior en Der Rosenkavalier. Los mayores aplausos fueron para Joyce DiDonato, aunque hubo también bravos para el resto de artistas y también para Michele Mariotti. El equipo creativo fue recibido con división de opiniones, aunque abundaban más los aplausos que los abucheos.

La representación comenzó con los habituales 5 minutos de retraso en Munich y tuvo una duración de 3 horas y 57 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 3 horas y 22 minutos. Doce minutos de aplausos.

Siendo la primera representación del título, los precios eran más altos que lo habitual. La localidad más cara costaba 193 euros, habiendo butacas de platea desde 117 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 64 euros.

José M. Irurzun