Gran Teatro del Liceu, 11/12/2016

El artículo de Alejandro Martinez tal, como es aparecido en la revista Platea Magazine

Elektra Herlitzius Liceu A.Bofill

 

EL ESPLENDOR PERDIDO

Barcelona. 11/12/2016. Gran Teatro del Liceo. Strauss : Elektra. Evelyn Herlitzius (Elektra), Adrianne Pieczonka (Chrysothemis), Waltraud Meier (Klytämnestra), Thomas Randle (Aegisth), Alan Held (Orest), Franz Mazura (Preceptor de Orest) y otros. Dir. de escena : Patrice Chéreau (reposición por Vincent Huguet). Dir. musical : Josep Pons.

Seamos claros y sinceros : tanto el público como la crítica, y por descontado la propia administración del teatro, han sido conscientes durante los últimos años de una deriva más o menos preocupante en los destinos del Liceo, que ya no era ese gran teatro de antaño, que no conseguía en fin estar a la altura de sí mismo, de su propia historia y parangonarse como es debido con otros grandes coliseos internacionales. Ese esplendor pasado y un tanto perdido de un tiempo a esta parte ha regresado tímidamente al Liceo con esta Elektra de Strauss en manos del fallecido Patrice Chéreau (con Vincent Huguet como responsable escénico de la reposición). Había algo de apuesta segura en este título, no tan representado en el Liceo (36 funciones desde su estreno aquí en 1949) y que venía con los avales de una producción que ya ha pasado con vítores y laureles por Aix-en-Provence, Milán, Helsinki, Nueva York y Berlín. Joan Matabosch se sumó en su día a este tren y hoy el Liceo de Scheppelmann cosecha con esta Elektra un indudable éxito. El reparto es de indudable solvencia, con tres mujeres tan extraordinarias como Evelyn Herlitzius, Waltraud Meier y Adrianne Pieczonka. Ellas son, de hecho, el sustento fundamental que nos permite hablar de una continuidad entre lo que Chéreau estrenó en Aix-en-Provence y lo que se ha visto después en otros teatros.

Evelyn Herlitzius es una fuerza de la naturaleza y parece que hubiera nacido para cantar precisamente Elektra. Tal es la personificación del rol, la resistencia, tal la capacidad para vivirlo en escena que sólo cabe admirar y disfrutar de ese prodigio. Vocalmente apabulla con un instrumento que siempre fue agrio y un punto hiriente, puro metal, y que cuadra de forma extraordinaria con la controvertida personalidad de esta protagonista. El espectáculo de Herlitzius está en todas partes : en su garganta, en su mirada, en sus silencios. Es Elektra y nadie puede dudarlo. Tras escucharle el papel en Dresde, en Milán y ahora en Barcelona, me atrevo a decir que su nombre está ya por méritos propios entre las grandes intérpretes del rol, de Flagstad a Marton y Polaski pasando por supuesto por Mödl, Varnay, Rysanek (sólo en estudio) o Nilsson. El momento en el que arremete contra Klytämnestra, una Meier presa del pavor, quedará por mucho tiempo en la retina de quienes hemos visto esos ojos encendidos, esa figura poseída por la verdad de Hoffmansthal y Strauss.

Waltraud Meier quizá haya sido la cantante más inteligente y magnética de los últimos treinta años. Dotada de un instrumento hermosísimo (¡ese color eternamente reconocible!) aunque nunca superdotado, ha sabido transitar con enorme sabiduría por papeles que a priori no eran para su voz. Fue la Isolda que nadie imaginaba y no durante un par de años sino durante más de dos décadas. Fue una Kundry descollante y volputuosa, de una seducción inédita y casi perversa. Y de un tiempo a esta parte es también Klytämnestra, papel que le hemos visto ya en varias ocasiones (dirigida por Carsen en París ofrecía también una escena sobrecogedora). La creación que cuajó con Cheréau y con Salonen, el director musical que llevo las riendas de esta producción en Aix-en-Provence, Milán, Nueva York y Helsinki, posee algo inefable, que supera al puro canto. Y es que Meier lo dice todo incluso cuando no dice nada.

En la piel de Chrysothemis, Adrianne Pieczonka remata el trio protagonista con un instrumento quizá ya no tan brillante como hace apenas un par de años pero de indudable firmeza, capaz de resolver una tesitura exigente que pide también dosis bien medidas de lirismo. Su compromiso escénico con un personaje radiante remata el juego de tensiones psicológicas, en un contraste casi perturbador con el comportamiento de Elektra.

En el recorrido acumulado ya por esta coproducción el rol de Orestes ha recaído en diversos intérpretes : Mikhail Petrenko, René Pape o Michael Volle. En el Liceo se encomendó la parte a Alan Held, barítono sumamente bregado en el repertorio dramático alemán, singularmente en Wagner y Strauss, capaz de cumplir con suma solvencia con el cometido. A su lado, mención de honor y de justicia para el veteranísimo Franz Mazura, que con 92 años se convierte a buen seguro en el cantante más veterano en pisar el escenario del Liceo (el bueno de Jaume Tribó nos podría sacar de dudas). El elenco de sirvientas es magnífico y sólo por cómo sostienen el arranque de la función bien merecen ser citadas en estas líneas : Renata Behle, Bonita Hyman, Andrea Hill, Silvia Hablowetz, Marie-Eve Mnger, Roberta Alexander, Mariel Aguilar, Olatz Gorrotxategi, Carmen Jiménez, Helena Zaborowska.

Josep Pons, recientemente entrevistado en las páginas de Platea Magazine, completa con esta Elektra un empeño continuado y hoy ya probado por mejorar y consolidar la calidad del foso del Liceo, asunto que era el centro de todas las miradas hace apenas un lustro. Queda, a buen seguro, trabajo por hacer intentando que esta mejoría no sea flor de un día, pero estas funciones merecen por justicia el calificativo de sobresalientes. Y es que esta Elektra lo ha tenido todo : firmeza, vigor, seguridad, intensidad. La orquesta y el propio Pons han creído en lo que tenían entre manos y eso se nota, se percibe desde el primer acorde al silencio unánime y sobrecogido que remata la representación. De alguna manera la orquesta y la propia versión musical son también un protagonista fundamental en cualquier representación de Elektra : sin su concierto de nada serviría el valioso desempeño de los solistas. Por eso estar a la altura de artistas como Herlitzius o Meier es ya un mérito en sí mismo.

Fallecido en 2013, pocos meses después de estrenar esta producción, Patrice Chéreau consiguió humanizar una tragedia clásica hasta convertirla en un trasunto más próximo, propio de seres de carne y hueso. “No hay dioses en el cielo”, clama Elektra avanzada ya la representación : el mito es por descontado el trasfondo que lo hace posible, pero Chéreau lo desnuda y se fija sobre todo en los personajes, en su psicología, baja a la tierra, incluso al fango y escarba en la controvertida naturaleza de unos seres acomplejados, inseguros y que son presa de su propia incapacidad para comunicarse y resolver, en fin, un problema doméstico, una cuestión familiar elevada en su día a máxima literaria y filosófica por Sófocles. La Elektra de Chéreau es un trabajo esencial, un clásico por méritos propios : ejemplar en su uso de único espacio escénico, magistral en la intensa y meditada dirección de actores, admirable en su habilidad para hacer más con menos.

Elektra
Tragédie en un acte. Livret de Hugo von Hoffmannsthal. Crétaion : 25/01/1909, Dresden .
Création à Barcelone : 15/02/1949, Liceu. dernière représentation au Liceu : 03/03/2008.
Total des représentations au Liceu : 36.

Directeur musical :Josep Pons
Mise en scène : Patrice Chéreau (✝ 2013)
Mise en scène de la reprise : Vincent Huguet
Assistant : Peter McClintock
Décors : Richard Peduzzi
Costumes : Caroline de Vivaise
Assistante costumes : Bernadette Vilard
Lumières : Dominique Bruguière
réalisées par Gilles Botacchi
COPRODUCTION
Gran Teatre del Liceu, Teatro alla Scala (Milan), Metropolitan Opera House (New York), Festival d’Aix-en-Provence, Staatsoper Unter den Linden (Berlin) and Finnish National Opera (Helsinki)
Orchestre Symphonique et choeur du Liceu de Barcelone
Chef de choeur : Conxita Garcia

Cast

Klytämnestra Waltraud Meier
Elektra Evelyn Herlitzius
Chrysothemis Adrianne Pieczonka
Aegisth Thomas Randle
Orest Alan Held
Orest's tutor Franz Mazura
Dama Renate Behle
Young servant Florian Hoffmann
Old servant Mariano Viñuales
First maid Bonita Hyman
Second maid Andrea Hill
Third maid Silvia Hablowetz
Fourth maid Marie-Eve Munger
Fifth maid Roberta Alexander
Maids Mariel Aguilar, Olatz Gorrotxategi, Carmen Jiménez and Helena Zaborowska
Gran Teatre del Liceo, 11 décembre 2016

L'aventure de cette Elektra désormais entrée dans le mythe s'est close à Barcelone en décembre dernier. Notre ami Alejandro Martinez, co-directeur de Platea Magazine, nous fait l'amitié de nous permettre de traduire son article paru dans sa revue il y a quelques semaines. Nous le proposons dans sa version originale, aussi, en cliquant sur le petit drapeau espagnol.

Traduit de l'espagnol par Guy Cherqui

Soyons clairs et honnêtes : aussi bien le public que la critique, et bien sûr l’administration-même du théâtre, ont pris conscience dans les dernières années d’une dérive plus ou moins préoccupante du Liceo, qui n’était plus ce grand théâtre d’antan, qui n’arrivait plus à être au niveau de lui-même, de sa propre histoire et à se comparer comme il se doit aux autres grands théâtres internationaux.

La splendeur passée et un peu perdue de cette époque-là à nos jours est timidement revenue avec cette Elektra de Strauss, confiée au regretté Patrice Chéreau (avec Vincent Huguet comme responsable de la reconstitution scénique). Ce titre constituait une valeur sûre, pas si souvent représenté au Liceo (36 représentations depuis la création in loco en 1949), et qui pouvait se prévaloir d’une production qui a triomphé là où elle est passée, à Aix, Milan, Helsinki, New York et Berlin. Joan Matabosch est monté à son tour dans le train et aujourd’hui le Liceo de Scheppelmann en récolte les fruits indubitables.

La distribution est d’une notable solidité, avec trois dames aussi extraordinaires qu’Evelyn Herlitzius, Waltraud Meyer et Adrianne Pieczonka. Celles-ci sont, de fait, le terreau fondamental qui permet de parler d’une continuité entre ce que Chéreau a représenté à Aix-en-Provence et ce qui s’est vu ensuite dans les autres théâtres.

Evelyn Herlitzius est une force de la nature qui semble née pour chanter précisément Elektra. La personnification du rôle, la résistance, la capacité de le vivre en scène sont telles qu’on ne peut qu’admirer et jouir de ce prodige. Elle écrase vocalement avec un instrument qui fut toujours aigre et un tantinet tranchant, du pur métal, et qui cadre de manière extraordinaire avec la personnalité controversée de la protagoniste. Elle fait spectacle à tous les niveaux : dans sa gorge, dans ses yeux, dans ses silences. Elle est Elektra et personne ne peut en douter. En écoutant sa prestation à Dresde, à Milan et maintenant à Barcelone, j’ose dire que qu’elle entre de plein droit dans les grandes interprètes du rôle, de Flagstad((qui cependant ne le chanta jamais en scène, et seulement partiellement en 1953, voir https://www.youtube.com/watch?v=Gz-w-P3LxRo)) à Marton et Polaski, en passant évidemment par Mödl, Varnay, Rysanek (qu’à l’écran cependant) ((Film de Götz Friedrich, 1981)), Nilsson. Le moment où elle fustige Klytämnestra, une Meier saisie par l’effroi, restera longtemps dans la rétine de qui a vu ces yeux incandescents, cette figure possédée par la vérité de Hoffmannsthal et Strauss.

Waltraud Meier a sans doute été la chanteuse la plus intelligente et magnétique des trente dernières années. Dotée d’un instrument merveilleux (cette couleur éternellement reconnaissable !), sans être exceptionnel, elle a su passer avec une très grande sagesse à des parties qui a priori n’étaient pas faites pour sa voix. Elle fut l’Isolde que personne n’imaginait et pas pour un ou deux ans, mais durant plus de deux décennies. Elle fut une Kundry de premier ordre et voluptueuse, d’une séduction inédite et presque perverse. Et dans l’intervalle elle est aussi Klytämnestra, un rôle où nous l’avons vue en diverses occasions (dirigée par Carsen à Paris, elle offrit une scène à couper le souffle). La création qu’elle a réussi avec Chéreau et Salonen, le chef qui a tenu les rênes de cette production à Aix-en-Provence, Milan, New York, Helsinki a quelque chose d’ineffable, qui dépasse le simple chant. C’est que Meier dit tout, même quand elle ne dit rien.

Dans la peau de Chrysothemis, Adrianne Pieczonka conclut le trio protagoniste avec un instrument peut-être moins brillant qu’il y a deux ans, mais d’une indubitable force, capable de répondre à une tessiture exigeante qui demande aussi sa dose bien marquée de lyrisme. Son engagement scénique dans un personnage rayonnant achève le jeu des tensions psychologiques, en un contraste presque troublant avec le comportement d’Elektra.

Dans le parcours de cette coproduction, le rôle d’Oreste a été confié à divers interprètes, Mikhail Petrenko, René Pape, Eric Owen ou Michael Volle. Au Liceo, le rôle a été confié à Alan Held, un baryton pétri de répertoire dramatique allemand, notamment Wagner et Strauss, capable de s’acquitter avec une grande solidité de la tâche. À ses côtés, honneur et justice pour le vétéran Franz Mazura, qui à 92 ans pourrait bien être le chanteur le plus vieux à avoir foulé la scène du Liceo (le brave Jaume Tribó ((l’un des meilleurs connaisseurs du Liceo et de son histoire – NdT)) pourrait nous en ôter le doute. La liste des servantes est magnifique, et rien que pour la manière dont elles remplissent la scène au début de la représentation elles méritent d’être citées : Renate Behle, Bonita Hyman, Andrea Hill, Silvia Hablowetz, Marie-Eve Munger, Roberta Alexander, Mariel Aguilar, Olatz Gorrotxategi, Carmen Jiménez, Helena Zaborowska.

Josep Pons ((interviewé récemment dans les pages de Platea Magazine)) confirme avec cette Elektra l’engagement continu qu’il a déjà mis en œuvre aujourd’hui pour améliorer et consolider la qualité de la fosse du Liceo, vu que c’était le centre de toutes les attentions il y a à peine cinq ans. Il reste pour s’en assurer que de travailler pour faire que cette amélioration ne dure pas ce que durent les roses, mais ces représentations méritent très justement le qualificatif d’exceptionnelles. De fait cette Elektra a tout : la force, la vigueur, la sécurité, l’intensité. L’orchestre et Pons lui-même ont cru en ce qu’ils avaient en main et cela se voit, on le perçoit dès le premier accord au silence unanime, qui coupe le souffle à la fin de la représentation. De toute manière l’orchestre et sa propre vision musicale sont un protagoniste fondamental de toute représentation d’Elektra : sans son concours, l’engagement valeureux des protagonistes ne servirait à rien. C’est pourquoi être à la hauteur d’artistes comme Herlitzius ou Meier est déjà un mérite en soi.
Mort en 2013, quelques mois après la création de cette production, Patrice Chéreau, a réussi à humaniser une tragédie classique pour nous la rendre plus proche, de chair et d’os. « Il n’y a pas de Dieux dans le ciel » hurle Elektra au cours de la représentation : le mythe est l’arrière-plan qui bien sûr le rend possible, mais Chéreau le met à nu et se fixe sur tous les personnages, sur leur psychologie, au plus terre à terre, y compris la boue, et fouille dans la nature controversée de certains êtres complexés, sans l’insécurité, en proie à leur propre incapacité à communiquer et à résoudre en somme un problème domestique, une question familiale élevée en son temps en parabole littéraire et philosophique par Sophocle. Le travail de Chéreau est un travail essentiel, un classique, par son mérite propre :  exemplaire dans son utilisation de l’espace scénique unique, magistral dans sa direction d’acteur intense et réfléchie, admirable dans sa capacité à faire plus avec moins.

 

 

Alejandro Martinezhttp://www.plateamagazine.com
Alejandro Martínez (Saragosse, 1986). Diplômé en histoire et titulaire d'un Master de Philosophie de l'Université de Saragosse, il est le fondateur et directeur de la revue madrilène Platea Magazine. Au 1er janvier 2018, il prendra ses fonctions de président de l'association aragonaise pour l'Opéra. En 2016 il a publié avec Sergio Castillo, la première biographie dédiée à la soprano (NdT : aragonaise)Pilar Lorengar. Una aragonesa de Berlín (Saragosse, Presses de l'université de Saragosse, 2016). Ils travaillent tous deux actuellement à une biographie du ténor espagnol Miguel Fleta, pour les 80 ans de sa mort.
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