El 10 de octubre de 1813 nacía en Busseto el enorme músico que fue Giuseppe Verdi, ciento tres años después el Liceu hace coincidir esta efemérides con una de las representaciones de Macbeth en la fantástica producción de Christof Loy para el Grand Théâtre de Genève. Coincidiendo también con el 400 aniversario de la muerte de Shakespeare, fue una noche de tributos pues.

Por puro azar, (y por la dirección artística del Liceu) desde las últimas funciones de la temporada pasada, la estética de la producciones en el coliseo catalán pivotan en torno al cine de los años treinta y la sobriedad, ya que además del Macbeth de Loy, la celebrada producción de Die Zauberflöte de la Komische Oper berlinesa también contaba con esta estética. En el caso de Loy, el uso es mucho más calmo, colocando la acción en una enorme sala de lo que podría ser un palacio abandonado atemporal, y con un figurinismo precioso de Ursula Renzenbrink.

Según palabras del propio Verdi, Macbeth tiene tres grandes protagonistas, y que son, en orden de relevancia: Lady Macbeth, Macbeth y las brujas, que condicionan todo el devenir de la trama. Empezaremos esta reseña por estas últimas, con las voces femeninas del Cor del Liceu, que dieron muestras de una madurez espléndida y fueron bien dirigidas por Conxita García. Los hombres del conjunto vocal también se unieron al éxito de forma eficaz, con un magnífico "Patria oppressa" junto a un Saimir Pirgu, que no destacó especialmente en su interpretación de Macduff. Macbeth es una obra que sin un coro de garantía y con dotes interpretativas firmes, perdería muchísimos enteros.

Ludovic Tézier se estrenaba como Macbeth, y después de superar problemas vocales en los últimos tiempos, ha vuelto con nada más y nada menos que uno de los personajes más exigentes del repertorio verdiano. De timbre todavía fresco, el barítono francés, muy querido en Barcelona, va ganando en el peso dramático de sus personajes y aunque de sus dúos con Lady Macbeth no saltaron chispas, sí que tuvo momentos brillantes como en la escena con las brujas del Acto III, "Que fate voi, misteriose donne?". Y es que Tézier es un barítono de timbre redondo, sin estridencias en ningún registro, cosa que a veces le hace sonar demasiado dócil, aunque en el caso de Macbeth, concordaba con el carácter sumiso, contradictorio y fatal del personaje.

Lady Macbeth, según la idea del genio de Busseto, tenía que contar con una voce 'brutta', más aún, se ha demostrado que sólo se sienten como pez en el agua en este rol, las más dotadas y flexibles sopranos de la historia. Martina Serafin es una soprano de garantías, y con un repertorio bastante amplio ya, sin embargo en la función abusó por momentos del engolamiento de la voz y mostró cierta debilidad en los extremos de su registro, tanto en graves con poca proyección y volumen como en unos agudos demasiado metálicos descontrolados y con algún ligero problema de afinación. No obstante, su dibujo de la pérfida lady Macbeth fue bastante bueno, reconociendo que profundizó en el estudio del rol, muestra de ello fue una meritoria escena del sonambulismo, "Una macchia è qui tuttora". Echamos de menos un poco de la incandescencia del personaje que lleva a Macbeth a la autodestrucción por parte de la soprano vienesa. Una Serafin que conquista más como la emotiva, pero distante Marschallin del Rosenkavalier straussiano que en los desgarradores y no menos complicados papeles de las obras verdianas.

Imponente el Banquo que conformó el bajo Vitalij Kowaljow, con una preciosa romanza "Come dal ciel precipita", donde pudimos apreciar el fondo noble del compañero de Macbeth, que presagia ya el destino que le depara. Un bajo versátil y una apuesta segura casi siempre. Anna Puche, con su preciosa voz, cumplió perfectamente en su papel de Dama de Lady Macbeth, así como también lo hicieron el pluriempleado Marc Canturri como sirviente/heraldo/sicario y David Sánchez como médico.

Aplausos y bravi! para la orquesta y el director ya en los saludos antes de empezar el tercer y cuarto acto, una buena señal del trabajo de Giampaolo Bisanti que, sin arriesgar en demasía sí realizó una lectura más que aceptable, sacando de la orquesta un sonido dúctil, sin fisuras y en algunos momentos brillante, como en las intervenciones de los vientos madera y metal en los momentos más dramáticos.

Una velada que sienta un buen inicio de temporada después de la reposición de la brillante Die Zauberflöte de los directores de escena Andrade y Koski, y que seguirá con unas Nozze di Figaro no menos esperadas, pero ayer, era el cumple de Giuseppe… Tanti auguri, Maestro!

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