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"Tancredi" en el Teatro Municipal:

Éxito absoluto para un Rossini que esta vez no se ríe

lunes, 25 de julio de 2016

Juan Antonio Muñoz H.
Cultura
El Mercurio




Ópera difícil de principio a fin para los cantantes y la orquesta, que no se presentaba en Chile desde 1845 -prácticamente se trata de un estreno en nuestros escenarios-, llegó al Teatro Municipal de manera inmejorable: elenco de nivel superior, puesta en escena sobria y convincente, y una dirección orquestal que supo llegar al corazón y conducir esta música que bebe de varias fuentes. Impresiona pensar que Rossini tenía solo 21 años cuando compuso "Tancredi" (Venecia, 1813) y que era ya su décima obra.

La dirección musical de Jan Latham-Koenig dio cuenta de la sorprendente variedad de inspiración de esta partitura, que no puede ser calificada como "rossiniana neta" aunque esté firmada por Rossini. En esta ópera a ratos magnífica hay páginas muy diferentes unas de otras, desde algunas que son del más puro estilo del compositor, como el aria "Di tanti palpiti", y otras que nos remiten ya a Gluck ("Orfeo y Eurídice"), ya a Mozart ("La Clemencia de Tito", "Las Bodas de Fígaro"). Ese espectro musical variopinto surgió del foso de manera natural y fluida, logrando una unidad de tono que es muy difícil de conseguir. La misma obertura, tomada por el compositor de una ópera bufa suya anterior ("La pietra del paragone", 1812), no corresponde con exactitud a lo que se entiende por Rossini. Latham-Koenig condujo con mano segura, controlando la tensión y a veces cediendo a ella, y regaló un último acto de antología con esa orquesta densa y cautelosa que comenta "como en voz baja" la tragedia que se libra sobre el escenario.

La dirección de escena de Emilio Sagi fue sobria y pulcra, con un tratamiento mayestático y severo que se podría vincular con el de las "óperas griegas" de Gluck y Cherubini. Trasladada la acción desde la Edad Media a comienzos del siglo XX, la trama no se sintió traicionada y tampoco el espíritu, y la emotividad estuvo siempre viva. La escenografía de líneas verticales de Daniel Bianco ayudó a esta concepción estilizada y aristocrática (ingeniosa idea la de hacer morir a Tancredi delante de su propio monumento funerario), lo mismo que la inspirada luz de Eduardo Bravo (notable en el último acto, con los azules en trama con las sombras y con el brillo de las linternas) y el vestuario de Pepa Ojanguren.

Tancredi es un héroe escrito para que lo cante una mujer travestida, lo que también usaría Rossini para Arsace en "Semiramide". La mezzosoprano Marianna Pizzolato fue convincente y segura, y si bien hubo una leve disminución del caudal de su voz hacia el segundo acto, su canto tuvo la agilidad necesaria y las vocalizaciones en staccato tan requeridas en esta ópera mantuvieron la suficiente fuerza y precisión, mientras que la línea vocal jamás perdió fiereza. Estuvo espléndida en "Di tanti palpiti", aria llamada "del arroz", porque la leyenda dice que Rossini la compuso mientras esperaba que le trajeran un risotto que había pedido. Amenaide es un rol de enorme compromiso vocal, que anticipa el canto extático y elegíaco de Bellini y Donizetti. Ovacionada en el estreno, la soprano Nadine Koutcher hizo una clase magistral de naturalidad en el despliegue de coloraturas, pianísimos y sobreagudos, y a pesar de una presencia escénica un tanto exangüe, supo comunicar la angustia de un personaje que no puede cambiar el curso de los hechos porque su amante no le permite explicarse: sí, "Tancredi" es el drama de mala comunicación.

Lo mejor del elenco fue el tenor chino Yijie Shi, experto rossiniano que asumió el extremadamente largo y casi incantable papel de Argirio, escrito en una tesitura altísima y repleto de saltos por el pentagrama. Su "Pensa che sei mia figlia" debería integrar una antología de grandes momentos del Municipal de Santiago. No en el mismo nivel se ubicó el bajo-barítono Pavel Chervinsky (Orbazzano), correcto pero poco expresivo. Tanto la mezzo Florencia Machado (Isaura) como la soprano Yaritza Véliz (Roggiero) aportaron musicalidad y encanto escénico; sus voces les presagian a ambas hermosas carreras.

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