Crítica de música

Josep Pons, wagneriano imbatible en el Liceu

Grandes voces wagnerianas protagonizan 'Parsifal' en el Liceu

El Liceu presenta una temporada ecléctica

El Liceu coproducirá la gran obra de Wagner, 'El anillo del nibelungo', dirigido por Romeo Castellucci

El director musical del Gran Teatre se corona con ‘Parsifal’ como un experto en la obra del compositor alemán

'Parsifal' 2023 Liceu

'Parsifal' 2023 Liceu / A. Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

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Regresó al escenario del Gran Teatre la puesta en escena de ‘Parsifal’ que el Liceu encargara en 2011 al director alemán Claus Guth. La propuesta, que impregna de nuevos interrogantes una obra que Wagner creara en su momento para cuestionarlo todo, transforma al héroe inocente en un tirano, en un falso profeta que llevará a sus seguidores por caminos sectarios y de terror. Tras 12 años, el montaje sigue funcionando adecuadamente, trasladando la aventura de los caballeros de Grial a un sanatorio para heridos de guerra en una Alemania devastada y sin esperanzas; primero a 1914, en el segundo acto a los años de reconstrucción tras la Primera Guerra Mundial y fijando el tercero en la época del ascenso al poder de los nazis. Al final, Kundry vuelve a huir como si fuera una judía aterrada y Parsifal evoluciona hacia un oscurantismo terrorífico, todo enmarcado en la efectiva escenografía giratoria de Christian Schmidt -autor también del vestuario- que va mostrando diversos espacios que crean ambientes y contando con un prodigioso diseño de iluminación de Jürgen Hoffman.

Continúan incólumes en la propuesta, eso sí, las mil lagunas e incoherencias que se crean con el libreto y la música de Wagner. ¿Qué poesía hay en dejar tirada a Kundry en el suelo durante veinte minutos tras su entrada del primer acto, rodeada de gente que la ignora, por muy salvaje que sea? ¿Tiene sentido que un Amfortas salvado de milagro se vuelva a hermanar con un Klingsor resucitado ante el cadáver de Titurel? Dudas y más dudas en un montaje fascinante.

Dominio en el foso

Desde el podio, en todo caso, no se aportó ni una sola, ya que Josep Pons se superó a sí mismo dominando esta obra maestra de cabo a rabo y consiguiendo una excelente prestación de la Simfònica y del coro liceístas, a quienes se unieron las voces blancas de VEUS-Cor Infantil Amics de la Unió y la Coral Càrmina.

El Parsifal-tonto-inocente-héroe de Nikolai Schukoff gustó mucho más en sus escenas de madurez, tras un primer acto algo descafeinado, acertando con el canto incisivo y desesperado invocando a su madre o a la santa reliquia, mientras que el Gurnemanz-Capellán de René Pape pasaba de puntillas por los agudos y por los pasajes más comprometidos, cuidándose constantemente; algo convenció en el tercer acto, más cómodo, más que nada por la nobleza a su canto.

Elena Pankratova fue una Kundry fantástica, sacando brillo al personaje en todas sus aristas con un gran segundo acto y una escena de la seducción impecables. Matthias Goerne propuso un Amfortas expresivo y quejica, doliente y muy bien actuado. El Klingsor de Evgeny Nikitin, en cambio, comenzó pálido y sin potencia en los extremos hasta que fue tomando forma y prestancia, contando además con el Titurel del mítico Paata Burchuladze, ideal para el patético personaje.

Las Muchachas-flor, muy sobreexcitadas, no tuvieron su noche (en contraste con el coro femenino, impecable), mientras que los caballeros-escuderos-médicos-mutilados cantados por Clare Presland, Facundo Muñoz, Josep Fadó y Marc Sala bordaban sus puntuales intervenciones.

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