Un viaje atemporal
8/7/2022. Festival Aix-en-Provence. Grand Théâtre de Provence. Dusapin, Il viaggio, Dante. Jean-Sébastien Bou, Dante. Evan Hughes, Virgilio. Christel Loetzsch, Joven Dante. Jennifer France, Beatrice. Maria Carla Pino Cury, Lucia. Dominique Visse, Voz de los condenados. Giacomo Prestia, Narrador. Coro y Orquesta de la Ópera de Lyon. Claus Guth (Dirección de escena). Kent Nagano (Dirección musical).
Una de las características del Festival de Aix-en-Provence es su apuesta cada año por encargar nuevas obras para su estreno en la ciudad provenzal. En esta edición han sido dos, ya que Woman at point zero, prevista para el año pasado tuvo que ser pospuesta para este por los reajustes que trajo la suspensión por la pandemia de la edición de 2020. Hemos podido ver dos obras muy diferentes tanto de formato como de temática pero lo que está claro que la ópera sigue viva, incorporando influencias de todo tipo, tanto en el plano musical como en el escénico.
Pascal Dusapin es un consagrado compositor francés que ha sido alumno de tres grandes autores del siglo XX: Messiaen, Xenakis y Donatoni. Su influencia es palpable en Il viaggio, Dante, aunque Dusapin demuestra tener un lenguaje propio, basado en una relación estrecha entre la voz y la música. Esta última, con largos continuos en tono grave, se adapta perfectamente a la letra del excelente libreto que ha escrito Frederic Boyer adaptando textos de La vita nova y especialmente de La Divina Commedia de Dante Alighieri. La partitura nos sorprende constantemente con detalles descriptivos del viaje de Dante y que se enmarcan en el tono de la narración general, más bien oscura y con mucha utilización de la percusión, que caracteriza la obra y que desasosiega al oyente en más de una ocasión. No es una escucha fácil la de esta obra. Requiere atención y sobre todo intención de comprender. Me refiero a mí mismo. En el mundo del arte contemporáneo, en el que las reglas se han roto definitivamente en muchas de sus expresiones, la música, quizá el lenguaje al que menos estamos acostumbrados, sufre esa falta de empatía que sí tenemos con otras artes como la pintura, el vídeo o una performance. Toda novedad en lo musical, (aunque la obra de Dusapin tenga mucho de tonal, de referencias conocidas y de anclaje en lo tradicional) necesita una mayor amplitud de atención y de comprensión. Lo especial que tiene un estreno mundial, el primer día que el público escucha por primera vez una nueva creación, es que la expectación está tanto en los oyentes como en los creadores, expectantes ante la reacción del público. Se crea así un ambiente especial que en el caso de Il viaggio era decididamente positivo porque la música del compositor es conocida, el director musical, Kent Nagano (al que acompañaba en el foso una muy entregada Orquesta de la Ópera de Lyon), es una de las figuras más reconocidas del mundo operístico y sinfónico, y la escena estaba en manos de Claus Guth, un director con una ya dilatada carrera.
Nada falló. Este espectáculo estaba creado teniendo en cuenta al compositor y al libretista que estaban allí. Nagano o Guth pudieron conocer de primera mano el deseo de los creadores, que les pudieron indicar el significado de cada nota, de cada frase y estoy seguro que también aportaron puntos de vista que Dusapin o Boyer no habían tenido en cuenta. Y los cantantes, un plantel de altísimo nivel, tuvieron la inestimable ayuda de las indicaciones del que había creado la música que estaban cantando. Una ayuda necesaria para asumir una exigente partitura, sobre todo en las voces femeninas de soprano, que llegan a tesituras imposibles, de sobreagudos constantes y difíciles. Tanto Jennifer France como Beatrice, amante y musa de Dante, como Maria Carla Pio Curi, en el papel de Santa Lucía, estuvieron espléndidas en este tour de force con el agudo a las que las sometió el compositor. Un gran trabajo vocal y actoral el de Christel Loetzesch, como el joven Dante, pues la obra desdobla el personaje principal al que a veces vemos en su época de enamoramiento por Beatrice y, casi siempre, en su época madura, deambulando por el mundo después del mundo acompañado de Virgilio. Este rol, el del maduro Dante fue quizá el más destacado tanto por su lógica relevancia en la historia como por el enorme trabajo del barítono Jean-Sebastien Bou, un actor de primer nivel que nos presentó los momentos más emocionantes de toda la obra. Buen desempeño de Evan Hughes como Virgilio y de Giacomo Prestia como narrador. Y señalar también la excelente intervención del coro de la Ópera de Lyon, que a modo de coro griego, sin aparecer nunca en escena, asumió un protagonismo fundamental en la obra. Un aparte se merece Dominique Visse en el papel de la Voz de los condenados. El veterano cantante lo dio todo en ese papel entre lo dramático, lo cínico y lo esperpéntico, más actoral que vocal pero para el que se necesitan muchas tablas para hacerlo creíble.
Claus Guth, como ya se ha comentado, asumía el reto de dar forma escénica a esta nueva ópera. Se percibe, desde el primer momento, la sintonía con el compositor y la música, sobre todo en ese aire onírico y de vuelta al pasado que impregna toda la obra. La humanidad es la protagonista pero Guth se centra sobre todo en el viajero, en su divagar por Paraíso, Purgatorio e Infierno, aunque es este último el espacio donde se desarrolla la mayor parte de la ópera. Apoyado en equipo técnico muy capacitado (destacar los decorados de Étienne Pluss, el vídeo de rocafilm y la iluminación de Fabrice Gebauer) los distintos retazos de los que está construído el libreto (siete escenas concretamente), se van enlazando de una forma natural, aunque sean totalmente diferentes, comenzando y terminando en el mismo punto: la supuesta casa de Dante (caracterizado como una persona de nuestra época). En medio, el viajero que recorre diferentes estadios, diferentes decorados, diferentes mundos. Todos los participantes fueron largamente ovacionados, especialmente Pascal Dusapin que, como otros creadores, se empeña en demostrar que la ópera sigue viva.
Fotos: © Casa Monika Knights
