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Rossini by Michele Mariotti

7/7/2022. Aix-en-Provence. Théâtre de l'Archevêché. Rossini. Moïse et Pharaon. Michael Pertusi (Moïse), Adrian Sâmpetrean (Pharaon) Anaï (Jeanine de Bique), Pene Pati (Aménophis), Vasilisa Berzhanskaya (Sinaïde). Coro y Orquesta de la Ópera de Lyon. Tobias Kratzer (dirección de escena). Michele Marioti (dirección musical).

En el –ahora parece que alicaído– mundo globalizado, los chefs más mediáticos y estrellados han abierto restaurantes con su marca por todas las nuevas grandes urbes con gran poder económico como por ejemplo Abu Dhabi o Singapur, que acogen estos establecimientos siguiendo la senda de la casa madre, que habla, casi siempre francés, italiano o español. El director de orquesta Michele Mariotti, cual chef mediático, ha abierto estos días una sucursal de su arte (el día 7 de julio fue la inauguración, que es el pase que comentamos) en el Festival de Aix-en-Provence. Tiene su casa en la Ópera de Roma, pero quien se acerque a la ciudad provenzal podrá, durante seis únicos días, degustar uno de los platos que mejor sirve, en el que es un verdadero experto, un Rossini, concretamente Moïse et Pharaon. El gran compositor de Pesaro, gran gourmet, hubiera disfrutado de lo lindo con la interpretación de su compatriota, que fue de una altísima calidad. Mariotti fue el alma de una representación que bajo su dirección llegó en muchas ocasiones a emocionar. Y es que el maestro de Urbino nos mostró una versión construida sobre un entramado sólido, de perfecta armonía y en donde todo encajaba perfectamente, sin olvidar los detalles más esmerados de la orquestación rossiniana de esta ópera seria. Además, estuvo atentísimo a sus cantantes, a los que acompañó vocalmente en muchas ocasiones, consiguiendo verdaderos momentos de conexión total entre foso y escenario. Realmente una experiencia de esas que no se olvidan con una ópera que yo, he de confesarlo, no conocía hasta unas audiciones previas antes de venir a Aix y que se quedaban cortas ante el magnífico trabajo del maestro Mariotti. La Orquesta de la Ópera de Lyon estuvo magnífica, como conjunto bregado en mil batallas operísticas y respondió con calidad y profesionalidad a la batuta del italiano.

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En el plano vocal los resultados fueron en general de buen nivel, sobre todo en el apartado femenino. El gran protagonista de la ópera es Moisés y lo defendía un bajo que conoce el papel a la perfección: Michele Pertusi. Impuso su calidad en todas sus intervenciones, dándole a su rol el empaque actoral que demanda (ayudado también por la caracterización como Charlton Heston en Los Diez Mandamientos, la única concesión que hizo el director de escena a la tradición). Vocalmente fue poderoso, con gran seguridad en la zona central y aguda y algo más endeble en los graves. Con el volumen y la proyección demandada consiguió estupendos momentos aunque  también hubo una sensación general de fatiga en puntuales ocasiones. Su rival, el faraón, lo defendía Adrian Sâmpetrean que realizó un buen trabajo en todas sus intervenciones, aunque se echara de menos un mayor volumen y empaque en su voz. Destacar su adaptación perfecta al planteamiento escénico al que ayudó a hacerlo totalmente creíble. El otro gran papel masculino es el de Aménophis, hijo del faraón, que interpretó el joven tenor samoano Pene Pati, que venía avalado por importantes premios en concursos de canto como el primer premio, en 2019, en el Montserrat Caballé. Hay que agradecer su arrojo y entrega. Es de esos cantantes que lo dan todo en el escenario. Cantó con gusto y consiguió grandes instantes de auténtico bel canto en pasajes como el dúo con Anaï Ah! si je perds l'objet que j'aime, y el también dúo con Sïnaide. Su voz tiene un timbre atractivo, buena proyección y volumen y seguridad en toda la tesitura aunque hubo algún agudo (su rol abunda en ellos) que sonó bastante destemplado.

Impresionantes las voces femeninas. Jeanine De Bique fue una Anaï, hebrea enamorada de Amenóphis, con un timbre especial (de esos de los que te enamoras o te plantean siempre dudas) de de tintes broncíneos, cuajó una actuación muy destacada desde el primer momento. Segura en las coloraturas, sin dificultades en los agudos, su fuerte fue la zona central y la grave, verdaderamente atractiva. Sin duda los mayores aplausos se los llevó Vasilisa Berzhanskaya, una excelsa Sïnaide, esposa del faraón. Su voz, de ese color tan especial y bello de la escuela eslava, triunfó por la elegancia, la clase y  la perfecta modulación que demostró sobre todo en esa hermosísima aria que es Ah, d’una tendre mère. Fabulosa. Gran trabajo también de Géraldine Chauvet como Marie, madre de Anaï. Correcto Mert Süngü en el papel del hebreo Eliézer. Estupendo trabajo de un conjuntado Coro de la Ópera de Lyon que dirige con gran profesionalidad Richard Wilberforce. Su trabajo en esta ópera es amplio y en todas sus intervenciones estuvieron a gran altura tanto en lo vocal como en la exigente vertiente escénica que la producción exigía.

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No es fácil poner en escena una ópera seria de Rossini sin caer en clichés manidos y que se alejen de lo más trillado. El director teatral Tobias Kratzer hace un ejercicio de innovación en esta coproducción del Festival de Aix con el Teatro Real (Joan Matabosch se encontraba entre los espectadores del estreno) en el que lo que pretende es cambiar el contexto tradicional de la ópera para lanzar un mensaje que la acerque al mundo actual. Su enfoque deja de lado el enfrentamiento religioso entre hebreos y egipcios y lo centra en una confrontación entre el poder establecido y el mundo marginal de los migrantes, desligando ese enfrentamiento de nombres o nacionalidades. Para ello se centra en un buen equipo técnico con excelente escenografía e iluminación, a cargo de  Rainer Sellmaier y Bernd Purkrabek, respectivamente. Los guiños a las redes sociales, a las influencers, a la depredación de las grandes multinacionales sobre los pueblos oprimidos tienen su reflejo en una dramaturgia que convence y que se adapta perfectamente a los parámetros que marca la obra. Sorprenden gratamente los vídeos en los que se resuelve una escena tan difícil como la de la travesía del Mar Rojo acabando la representación con un recordatorio tan gráfico como el escenario lleno de bañistas, relajándose en esas mismas playas donde se salvaron los hebreos y se ahogaron los egipcios y que ahora son centros turísticos de primera magnitud alrededor de ciudades como Hurghada. Mencionar la bella coreografía (ejecutado por seis magníficos bailarines) a cargo de  Jeroen Verbruggen que tuvo una estimulante mezcla de pasos de danza clásica y contemporánea.

A algunos espectadores el planteamiento de Kratzer no les gustó y lo expresaron cuando apareció al final de la obra el director y su equipo. Están en su derecho, que para eso han pagado una entrada. Menos correcto me parece la actitud de algunos críticos franceses que estaban a mi alrededor que durante toda la representación dieron muestras de su descontento con risas, comentarios y sonoros carraspeos. Creo que tienen sus medios de comunicación para expresar con toda libertad sus opiniones pero también me parece que un crítico, al que ha invitado la organización, debe demostrar educación y respeto ante lo que ve y no abuchear como hizo más de uno. Obviaremos la chabacanería de tararear algún fragmento o el mover la cabeza al son de la música de Rossini como marionetas para que todos sepamos que conocen la obra. Deplorable actitud en una noche en la que triunfó un espléndido director musical y un inteligente director de escena.

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Fotos: © Monika Rittershaus & Jean-Louis Fernandez