cosi liceu david ruano

On fire

Barcelona. 07, 08 y 09/04/22. Gran Teatre del Liceu. Mozart: Le nozze di Figaro, Don Giovanni, Così fan tutte. Angela Brower (Susanna / Dorabella).  Ana Maria Labin (Contessa / Fiordiligi). Robert Gleadow (Figaro / Leporello). Alexandre Duhamel (Don Giovanni / Don Alfonso). Lea Desandre (Cherubino). Florian Sempey (Guglielmo). Julien Henric (Ferrando / Don Ottavio). Iulia Maria Dan (Donna Anna). Ana Maria Venditelli (Donna Elvira), entre otros. Coro y Orquestra del Gran Teatre del Liceu. Marc Minkowski, dirección musical. Ivan Alexandre, dirección de escena.

El Gran Teatre del Liceu es un teatro en llamas - afortunadamente, no en el sentido bouleziano -. La actualidad de la lírica en nuestro país se sostiene, en estos momentos, a través de sus coordenadas. Por supuesto, la ópera también vive, ahora mismo, en el Macbeth de Les Arts o en El ángel de fuego del Teatro Real, pero el coliseo barcelonés es una hoguera de rabioso presente. Sede del Tercer encuentro iberoamericano de teatros, acaba de presentar una sugerente próxima temporada y ha dado un paso más en la celebración de sus 175 años. Sigue adelante su expansión con una nueva sede: Liceu Mar (qué diferencia con las intenciones del Real sobre la Zarzuela) y son centenares los museos y centros culturales que se suman a su aniversario en toda Cataluña. El Liceu ha conseguido, en pocos años, posicionarse como una auténtica casa de cultura. Un eje transversal de qué ha de representar un teatro de ópera.

Para avivar la llama, estos días se ofrece en su escenario la música de un compositor on fire en la época que escribió tres de sus grandes títulos y que pueden verse en días consecutivos: Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte. La conocida como Trilogía Da Ponte, en una propuesta que ya ha intentado presentarse varias veces en territorio francés, pandemia mediante. Firmada escénicamente por Ivan Alexandre, la producción parte de esa base unitaria, de concepto cohesionado y singular, como las tres partes que forman un todo, construido desde la parole escenica, que hay mucha y muy importante en estos títulos. Al espectador o espectadora se le sitúa ante lo que vendría a ser una compañía itinerante, con un escenario único donde sólo cambian los cortinajes que dan forma al mismo. Sencillo, básico, donde cada uno ha de encontrar sus propios porqués, en unas formas que tienden hacia lo orgánico y lo clásico. Lo ideal es poder ver las tres obras presentadas, en su correlación cronológica, entendiendo la cronografía de su génesis y estética, las relaciones entre sí con las que el director de escena (y el musical) juegan y viendo cómo la cuarta pared va rompiéndose ante el público. Se entiende así mejor su desarrollo, los puntos de fuga de los personajes, que se plantean en las mencionadas cortinas, mostrándose el último sobre los acordes finales de Così y viajando entre la palabra de Nozze, lo onírico de Don Giovanni y el azar de aquel. O algo parecido. O algo que, quizá, no tenga nada que ver. Ya digo que la escena es muy libre.

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Siguiendo con el fuego, todo ello fue servido desde el foso por la encendida lectura de Marc Minkowski. Todo el drama, también el que encierra la comedia, fue servido con auténtica soberbia sonora por el director francés, en una visión verdaderamente particular. No hubo más que escuchar las tres oberturas respectivas, marcadas en acentos, dinámicas y frases musicales construidas desde la más absoluta de las arquitecturas armónicas. El contraste constante. Eso, en Mozart, es, sí, la llama. La necesaria chispa de la vida. Y más en un momento de cambio y empuje hacia el Romanticismo que estaría por venir, como él mismo dejó claro con sus tres últimas sinfonías, compuestas entre Don Giovanni y Così fan tutte. Frente a Minkowski, la Orquestra del Liceu respondió a un muy buen nivel ante las exigencias de la batuta y sus requerimientos, con volumen y potencia sonoras, con trepidante narración y marcados cambios dinámicos y acentuaciones. Tras la brillante lectura de Josep Pons en Pelléas et Mélisande, la formación ha demostrado su flexibilidad y dinamismo actual, aunque siga presentando ciertas carencias en momentos que hubiesen requerido mayor refinamiento en el acompañamiento. Sobresalientes, en cualquier caso, las maderas y los obbligati, así como el clave de Maria Shabashova, de fantasía y narrativa protagonistas.

El mayor debe de la propuesta, no obstante, recae en esta ocasión con la elección de las voces congregadas. Es evidente que no debe ser fácil encontrar a cantantes que reunan las máximas calidades y que además quieran prestarse a cantar tres personajes de gran envergadura en sendos días consecutivos, llevando la producción a otros escenarios con posterioridad... y plagándose a la búsqueda personal de la batuta. Quienes están subiendo al escenario del Liceu estos días, como cualquier artista en cualquier teatro, pero ellos con más razón por lo apuntado, son unos valientes. Los tres títulos se sostienen, prácticamente, por las mujeres que dan vida a sus protagonistas. Angela Brower muestra sentido y sensibilidad en el decir y en el cantar. ¡Qué manera de exprimir la palabra en su Susanna de Nozze! Y muy a la par su Dorabella de Così. Allí brilló especialmente Ana Maria Labin como Fiordiligi, ofreciendo también una cuidadosa lectura de la Contessa en las Bodas. Junto a ellas, el depurado, terso y elegante Cherubino de Lea Desandre, y la magnífica, pero magnífica Barbarina de Mercedes Gancedo. Si tuviese que elegir una sola voz de las tres noches, sin duda sería la suya. Adecuada, igualmente, Alis Le Saux como Marcellina y Zerlina (en Don Giovanni) y muy caricaturesca la Despina de Miriam Albano en Così. Disfrutables, por último, la Donna Anna de Iulia Maria Dan y la Donna Elvira de Arianna Venditelli. Entre los hombres, sin embargo, sólo podría destacar el Masetto de Alex Rosen, el Guglielmo de Florian Sempey y a Julien Henric, lo mejor entre ellos, como Ferrando y Don Ottavio. 

Foto portada: David Ruano.
Foto Lea Desandre: Paco Amate.