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Héroes de carne y hueso

Madrid. 21/02/2021. Teatro Real. Wagner: Siegfried. Andreas Schager (Siegfried). Ricarda Merbeth (Brünnhilde). Andreas Conrad (Mime). Tomasz Konieczny (Wanderer). Martin Winkler (Alberich). Jongmin Park (Fafner). Okka von der Damerau (Erda). Leonor Bonilla (La voz del pájaro del bosque). Robert Carsen, dirección de escena. Pablo Heras-Casado, dirección musical.

 

Casi hacía falta pellizcarse para confirmar que era cierto: el tiempos de pandemia hemos podido asistir a la representación de una ópera de Richard Wagner, con toda su grandilocuencia y con su amplio despliegue de medios. El Teatro Real, baluarte de la reapertura teatral en nuestro país desde el pasado mes de julio, no ha cejado en su empeño. Primero fue La traviata y después llegaron Un ballo in maschera, Rusalka y Don Giovanni. Y ahora ha sido el turno de Siegfried, segunda jornada del célebre Anillo wagneriano, nuevamente en la producción de Robert Carsen y con Pablo Heras-Casado comandando el foso, como en Das Rheingold (2019) y Die Walküre (2020).

El maestro granadino va cogiendo el pulso a la singular narrativa wagneriana. En este, su primer Siegfried, optó por tiempos por lo general ágiles, al servicio de una lectura bastante literal, algo plana por instantes, pero de indudable entusiasmo. De voluntariosa, en suma, podría calificarse la versión que nos ofreció al frente de una entonadísima Orquesta Sinfónica de Madrid, cuyos atriles ocupaban incluos los palcos de platea con las arpas y parte de los metales. La ejecución orquestal fue encomiable desde todo punto de vista y más allá del final de la representación, que sonó un tanto alborotado. No está la situación, desde luego, como para ponernos puntillosos. Y lo mismo se aplica para el caso de Heras-Casado, a quien seguramente no cabía pedirle mucho más en una primera aproximación al drama musical wagneriano. Su soltura y su familiaridad con la obra del genio alemán han ido claramente in crescendo desde El holandés errante que dirigió en 2016, su primer Wagner, también en el Teatro Real.

Al frente del elenco, el tenor alemán Andreas Schager cantó su parte con una bienvenida arrogancia. Su entrega fue extraordinaria, tanto que casi no llega 'vivo' al final de la velada. Hay en su caso ascensos al agudo que suenan tensos en demasía, pero la línea vocal y el color son tan idóneos para el rol que apenas supone un demérito. Por cierto, qué pocos recuerdan ya el Rienzi en versión concierto de mayo de 2012 para el que Gerard Mortier reclutó precisamente a Andreas Schager, por entonces todavía un desconocido en la primera línea de los coliseos internacionales.  

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Tomasz Konieczny fue un Caminante de incontestable firmeza a pesar de la escasa nobleza del timbre. Su canto es robusto y firme durante toda la velada. Aunque su personaje no tenga demasiadas aristas y se antoje un tanto romo, lo cierto es que Konieczny se impuso a la voluminosa orquestación con probada solvencia. Ricarda Merbeth, en cambio, se enfrentaba a su primera Brünnhilde en el transcurso de estas funciones y lo cierto es que no ha convencido tanto como cabía esperar. Su dominio del lenguaje musical wagneriano es manifiesto, pero la voz sonó algo sobrepasada por la partitura, que pide un instrumento quizá algo más ancho, con más metal que brillo. Lo que sería ideal para una Senta no lo es en cambio de igual modo para esta Brünnhilde de Sigfrido. En cualquier caso, una artista de mucho empaque.

Compacto e irreprochable el resto del elenco, destacando el incontestable Mime de Andreas Conrad, el intenso Alberich de Martin Winkler, el sonoro Fafner de Jongmin Park y la contundente Erda de Okka von der Damerau, así como la voz del pájaro del bosque, idealmente encarnada por Leonor Bonilla. En escena, la propuesta de Robert Carsen que ya pudimos ver en el Liceu, no resulta demasiado estimulante en el plano de las ideas aunque logra algunos cuadros de convincente fuerza plástica, gracias sobre todo a la funcional escenografía de Patrick Kinmonth y a la atinada iluminación de Manfred Voss.

Sea como fuere, lo cierto es que este Siegfried del Teatro Real es un milagro llevado a término por héroes de carne y hueso. Para todos los que lo han hecho posible, como para todos los que siguen manteniendo abiertos nuestros teatros y auditorios en España, vayan desde aquí mi gratitud y admiración.

 

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Fotos: © Javier del Real