Crítica: «Simon Boccanegra» en el Teatro alla Scala de Milán

Crítica: «Simon Boccanegra» Scala Milán Por Bernardo Gaitán

En 1856 el Teatro La Fenice propuso a Verdi escribir una nueva ópera, pero este se negó argumentando estar ocupado con la composición de El Rey Lear, que no vio la luz, y revisando las versiones de Stiffelio y La battglia de Legnano. Un año después, el libretista Francesco Maria Piave renovó a Verdi la propuesta de musicalizar un drama de Antonio García Gutiérrez -como ya lo habían hecho anteriormente con Il Trovatore-. La idea era contar la historia de Simone Boccanegra, el corsario genovés que logró ascender al trono en el siglo XIV gracias al apoyo de un amigo y que al final de una vida marcada por acontecimientos trágicos, como la muerte de la mujer que amaba en secreto y la desaparición de su hija, terminó su vida envenenado por aquel mismo amigo. Este oscuro drama atrajo inmediatamente a Verdi quien escribió personalmente un libreto en prosa y pidió la versificación a Piave. Tras la elaboración del libreto, Verdi regresó el texto a Piave con estas duras palabras: “Aquí está el libreto acortado y reducido como debería ser. Como te dije en otra carta, puedes poner tu nombre o no. Si esta situación te disgusta; yo también lo siento y quizás más que tú, pero no puedo decirte otra cosa más que ‘era necesario”. A pesar de tener la pluma del mismo Verdi, la ópera no tuvo una buena aceptación en su estreno el 12 de marzo de 1857 en el Teatro alla Scala. La crítica de la época señaló que la trama era extremadamente complicada y el color en la partitura era excesivamente uniforme, pobre en destellos líricos y cargada de el uso masivo de cantos declamados. Crítica: «Simon Boccanegra» Scala Milán

Ain Anger y Luca Salsi / Foto: Brescia & Amisano

Un lustro después, el editor Giulio Ricordi sugirió a Verdi realizar una revisión de la partitura. Tras 24 años del estreno original, la segunda versión de Simon Boccanegra (que es la que se representa en la actualidad) volvió a la Scala de Milán el 24 de marzo de 1881, en esta ocasión con mucha mejor suerte. A finales del siglo XIX la ópera volvió salir del repertorio por los mismos motivos que antes. Su recuperación definitiva fue gracias al renacimiento verdiano surgido en Alemania y Austria a inicios del siglo pasado. Desde los 30’s del siglo XX hasta el día de hoy Simon Boccanegra ha regresado regularmente al recinto que vio su creación y renovación: la Scala de Milán.

Ya en 2024, -unas semanas después del Don Carlo que inauguró esta temporada- el teatro milanés puso en escena otro drama verdiano complejo y oscuro sobre los conflictos y la soledad del poder con una nueva producción encomendada a Daniele Abbado (hijo del célebre director Claudio Abbado). El regista milanés tenía unos grandes zapatos que llenar pues el público milanés recuerda bien la última producción de la Scala en 2018 con Myung-Whun Chung en el podio y la puesta en escena de Federico Tiezzi, mientras que Italia (y probablemente el mundo) recuerda con cariño la producción histórica con su padre en la batuta y la excelsa regia de Giorgio Strehler de 1971. Abbado (hijo) propuso en este 2024 un espectáculo burdo con intentos de minimalismo que resultaron una versión obscura y tediosa. Largas escenas sin trabajo psicológico de los personajes, combates escénicos al borde de la ridiculez y una patética escena de la muerte de Simone para cerrar la ópera, revelaron una regia mediocre. La banal escenografía, también firmada por Abbado junto a Angelo Linzalata incluía telones negros con mínimos elementos de utilería, una cortina gris con luces de colores y tótems gigantes que se movían por el escenario, así como elementos olvidados en medio del plató como un árbol ó una barca que enmarcaban una producción triste y de ingenio paupérrimo. Lo único rescatable es el velero y la escalera gigante donde finaliza el Acto I.

Escena de «Simon Boccanegra» / Foto Brescia & Amisano

En el podio, a diferencia de las endebles presentaciones de Romeo et Juliette (2020) y Thaïs (2022), Lorenzo Viotti regresó al foso de la Scala para concertar una versión eficaz del Boccanegra. La batuta del director suizo de 33 años fue rítmica y precisa en los momentos necesarios, rica de matices y colores idóneos para la partitura verdiana. El control que Viotti tuvo sobre la siempre cumplidora Orquesta del Teatro alla Scala fue victorioso. Igualmente lo fue la participación del coro -dirigido por Alberto Malazzi– quien a pesar de las cerriles instrucciones escénicas de Abbado, sorprendieron por los cuidados matices. Los concertantes (en particular el final del primer acto) fueron de los mejores momentos de la noche.

Ain Anger, Eleonora Buratto y Luca Salsi / Foto: Brescia & Amisano

En el rol protagónico, Luca Salsi ofreció un Boccanegra de alto nivel. El barítono parmesano famoso por sus interpretaciones verdianas demostró porqué se ha abierto paso en los teatros mundiales con este repertorio (él fue el protagonista del Don Carlo de hace un mes). Su interpretación actoral sería lo único en lo que actualmente tendría que trabajar, pues el articulado y comprensible legado junto al elegante fraseo y deliciosos matices -en particular sus soberbios pianissimi– lo confirman como un contundente cantante actual. La Amelia de Eleonora Buratto pasó sin pena ni gloria. La soprano mantovana cuenta con una voz robusta y ágil, pero este rol en particular no le va tan bien por unas ligeras dificultades en el registro agudo. Su aria «Come in quest’ora bruna» fue cumplidora pero lejos de lo excepcional, mientras su interpretación actoral -aunado a la nula dirección escénica- resultó floja. Peor suerte aún corrió el Jacopo Fiesco de Ain Anger quien fue por mucho el elemento más desafortunado del elenco. Es evidentemente que está pasado por un infortunado momento. Debía interpretar al Gran Inquisidor en el mencionado Don Carlo y argumentando indisposición, canceló su participación en todas las funciones. El bajo estonio decepcionó en particular por su falsa pronunciación, antiestético legato y entubados agudos; las notas graves estaban ahí, aunque con una fea emisión y sumando una parca interpretación actoral.

Ain Anger y Roberto De Candia / Foto: Brescia & Amisano

El barítono Roberto De Candia hizo un Paolo Albiani de buena calidad y seguro en el escenario, con un timbre oscuro y registro central óptimo. Por su parte Charles Castronovo como Gabriele Adorno, fue -junto a Salsi y De Candia- lo más rescatable del elenco. El tenor estadounidense encarnó histriónicamente al joven enamorado de forma intensa y vocalmente convenció en el efusivo rol. La voz de Castronovo cuenta con una evidente influencia de la escuela americana de canto pero con algunos elementos italianos que la hacen muy particular. Sus agudos no son sensacionales, pero tienen algo que gusta al severo público milanés. Acaparó aplausos tras la interpretación de la tan esperada aria «Sento avvampar nell’anima». Crítica: «Simon Boccanegra» Scala Milán

Tras caer el telón, hubo sonoros aplausos para Viotti y Salsi, otros menos entusiastas para Buratto y nulos para Anger. Una producción donde lo mejor estuvo oculto en el foso de  orquesta.


Milán (Teatro alla Scala), 14 de febrero de 2023     Simon Boccanegra, ópera de G. Verdi.

Nueva producción del Teatro alla Scala                      Orquesta y Coro del Teatro alla Scala.

Director musical: Lorenzo Viotti.                                     Director de coro: Alberto Malazzi.

Dirección de escena: Daniele Abbado. Escenografía: Daniele Abbado y Angelo Linzalata. Vestuario: Nanà Cecchi. Iluminación: Alessandro Carletti. Movimiento coreográfico: Simona Bucci.

Elenco: Luca Salsi, Eleonora Buratto, Charles Castronovo, Ain Anger, Roberto de Candia, Andrea Pellegrini, Haiyang Guo, Laura Lolita Perešivana.

OW