Crítica: «Un ballo in maschera» en la Metropolitan Opera

Por Carlos J. López Rayward

Las óperas de Verdi vuelven a la Metropolitan Opera de Nueva York tras el ¨Requiem¨ que abrió la presente temporada y el exitoso aunque apolillado ¨Nabucco¨ del mes de octubre. Y es que este año el compositor italiano concentra una gran parte de la mitad de la cartelera del Met que no está dedicada a obras contemporáneas.

¨Un ballo in maschera¨ que se puede ver estos días en el Lincoln Center está contando con el interés del público de Nueva York, probablemente no tan entusiasmado por la producción de David Alden, como atraído por la presencia de Carlo Rizzi al frente de la orquesta.

El batuta italiano es de lo mejor del espectáculo, que tiene la esencia verdiana como principal razón de su éxito. Rizzi no solo hace que la irregular orquesta del Met suene empastada y tersa, sino que además apoya el canto de los solistas hasta obrar milagros inauditos con otros directores.

Un ballo in maschera en la Metropolitan Opera. Foto: Ken Howard / Met Opera
Un ballo in maschera en la Metropolitan Opera. Foto: Ken Howard / Met Opera

No produce el mismo efecto la puesta en escena del dramaturgo neoyorkino David Alden. El libreto de Antonio Somma relata el asesinato del rey Gustavo III de Suecia en 1792, pero la trama es adaptada por Alden a un contexto contemporáneo. La producción quiere presentar un thriller político que se desarrolla en una sociedad opresora y corrupta.

El escenario, diseñado por Paul Steinberg, es un espacio minimalista que se transforma constantemente para reflejar la atmósfera de la obra, y el vestuario de Brigitte Reiffenstuel es elegante. La puesta en escena de Alden impactan y cuenta con un gran atractivo visual. Nos convence en el uso escénico del coro pero su parquedad de medios hace que escenas importantes queden a medio resolver, como la presentación de Ulrica o el propio baile de máscaras.

El conde Anckarström, un amigo del rey, es quizá el personaje mejor retratado de la producción. Pero el pecado capital de esta versión es el momento en el que la bruja Ulrica deja el escenario durante el aria Re dell’ abisso affrettati, para cantar sus últimos compases, Silenzio, silenzio, a un micrófono. Esta decisión inexplicable de recurrir a la megafonía en el momento culminante del aria no solo arruinó la escena, sino que además puso en entredicho la capacidad artística de la intérprete. Esto se hizo tristemente evidente cuando el generoso público del Met apenas aplaudió al final del cuadro.

Un ballo in maschera en la Metropolitan Opera. Foto: Ken Howard / Met Opera
Un ballo in maschera en la Metropolitan Opera. Foto: Ken Howard / Met Opera

El reparto de solistas cumple su cometido como se requiere en Nueav York. Quizá los mayores triunfadores sean la infalible Liv Redpath en el papel de Oscar, y el incombustible Quinn Kelsey como el conde Anckarström. Kelsey cantó de manera espléndida pese a las carencias tímbricas de su voz, sacando de la nada resonancias baritonales my atractivas, y concentrando la atención del público a través de un canto y una actuación netamente verdianas.

Más discretos estuvieron el tenor Charles Castronovo, que interpretó a un rey Gustavo III carismático y peligroso, algo alocado y sin la gravedad del gobernante, por lo que su sacrificio al final de la ópera quedó como una anécdota más que como el final lógico de un soberano que ama a su pueblo. Gustavo se configura como el centro de la producción, lo que pone sobre el tenor una presión actoral extra, además de los peligros vocales que contiene la partitura. En efecto, a Castronovo le faltó clase en los recitativos, pero lució su voz en toda su anchura tenoril cada vez que tuvo ocasión, aunque abusando bastante de los portamentos.

Un ballo in maschera en la Metropolitan Opera. Foto: Ken Howard / Met Opera
Un ballo in maschera en la Metropolitan Opera. Foto: Ken Howard / Met Opera

La partitura tiene reservadas pruebas comprometidas para Amelia, la mujer de Anckarström, enamorada de Gustavo, que en este caso estuvo interpretada por la soprano americana Angela Meade. El personaje de Amelia sufre en una escenografia sin apenas elementos escénicos que resalten las grandes escenas del personaje. No onstante la complejidad psicológica de Amelia encontró acomodo en el canto de Meade. La soprano superó con seguridad todos los obstáculos, y pudimos comprobar el buen estado de su voz que, aunque sigue necesitando de un gran esfuerzo muscular en la proyección, se disfruta gracias a una bella línea de canto, que la artista sabe dosificar con inteligencia.

El papel de la vidente Ulrica Arvidsson corrió a cargo de la mezzo Olesya Petrova, que no dejó mal sabor de boca pese al desgraciado incidente con la microfonía al que nos referimos antes. Petrova está cantado mejor que en temporadas anteriores, con un atractivo registro central y una gran musicalidad. No debería permitir que le robaran la gloria y destruyeran su canto en la trituradora de los altavoces.

Un ballo in maschera en la Metropolitan Opera. Foto: Ken Howard / Met Opera
Un ballo in maschera en la Metropolitan Opera. Foto: Ken Howard / Met Opera

Los habituales comprimarios Kevin Short (conde Ribbing) y Christopher Job (conde Horn) se remangaron en sus importantes cometidos, y cantaron con criterio y mucho éxito, cosechando el aplauso de un público acostumbrado a su presencia sobre las tablas.

En la noche de Haloween, el público se animó a vestir todo tipo de máscaras y antifaces, en un gracioso guiño a la trama de ¨Un ballo in maschera¨. Pero aún queda mucho Verdi por celebrar esta temporada en la Metropolitan Opera, y ni el público ni la compañía acusan el cansancio, más bien al contrario, todos abrazan la música del genio italiano como la mejor manera para seguir viviendo la ópera en Nueva York.

OW


Metropolitan Opera de Nueva York, a 31 de octubre de 2023. Un ballo in maschera, ópera en tres actos de Giuseppe Verdi con libreto de Antonio Somma.

Dirección Musical: Carlo Rizzi, Producción: David Alden, Escenografía: Paul Steinberg, Vestuario: Brigitte Reiffenstuel, Iluminación: Adam Silverman Coreografía: Maxine Braham.

Reparto: Kevin Short, Christopher Job, Liv Redpath, Charles Castronovo, Quinn Kelsey, Tomas Capobianco, Olesya Petrova, Jeongcheol Cha, Tony Stevenson, Angela Meade.