Crítica: «Eugenio Onegin» en el Teatro de La Monnaie de Bruselas

Crítica: «Eugenio Onegin» Monnaie Bruselas Por Xavier Rivera

Eugenio Oneguin, aun siendo la ópera más conocida de Tchaikovski, no se representa en Occidente tan frecuentemente como merecería la belleza de una música extremadamente inspirada, de vehemente plasticidad melódica y prodigiosamente bien orquestada. Compuesta en el tiempo de su fallida aventura matrimonial con su antigua alumna Antonina Milioukova quien, tal vez inspirada por la Tatiana de Pushkin, propuso ella misma su amor al insensible maestro homosexual. Y acabarían ambos por aceptar conscientemente un arreglo contra natura que les resultó psíquicamente más que destructivo. En medio de ese torbellino emocional, el magnífico texto de Pushkin encontrará muchos ecos del propio conflicto personal de Tchaikovski, impulsado por el entorno socio-cultural a rechazar su sexualidad profunda y, por ese camino, a renegar de su propia identidad. Es lástima no poseer suficientes conocimientos de lengua rusa para poder apreciar la belleza de la poesía puskhiniana, pero sí que podemos apreciar el eufónico resultado de su traducción musical.

Una escena de "Eugenio Onegin" / Foto: © Karl Forster
Una escena de «Eugenio Onegin» / Foto: © Karl Forster

 

Alain Altinoglou y La Monnaie se han ceñido a la versión original de la orquestación, reducida a treinta músicos, renegando de los oropeles ampulosos que han marcado muchas versiones de esta obra emblemática que ha sufrido de la vanidad de muchos directores de orquesta amigos de duplicar el efectivo orquestal, algo que adoraba entre otros von Karajan, traicionando así las intenciones del compositor, quien la había escrito para una orquesta puramente mozartiana y cantantes jóvenes, aún estudiantes en el Conservatorio de Moscú. La famosa escena de la carta de Tatiana, con sus ritmos a contratiempo, sus significativos solos del bucólico oboe y su dilatado desarrollo de emociones románticas fue la primera que escribió y sigue siendo una obra maestra insustituible, tanto como las arias de Lensky o del príncipe Gremin, con su perturbador halo de emociones febriles y contradictorias. La maleabilidad de los tempi que consigue Altinoglou, su delicadísima atención al colorido orquestal y el sentido que impone a las transiciones musicales confieren al discurso musical una coherencia y una naturalidad placenteramente irreprochables. La orquesta es de un nivel insuperable y el coro sólido, pese a un pequeño desajuste en su primera escena, bailada con un movimiento muy complejo. No obstante, este coro no tiene actualmente el nivel de personalidad sonora que alcanza la orquesta, seguramente por el relevo generacional del elenco que constituyó Gérard Mortier ya hace muchos años y por la variopinta sucesión de directores que lo han regido estos últimos años. Crítica: «Eugenio Onegin» Monnaie Bruselas

Una escena de "Eugenio Onegin" / Foto: © Karl Forster
Una escena de «Eugenio Onegin» / Foto: © Karl Forster

La Tatiana de la joven moldava Natalia Tanasii es absolutamente deliciosa: la voz es de una belleza cautivadora, pero sobre todo la utiliza con una variedad de colores y una delicadeza sin igual. Resalta en todo momento el candor juvenil y la inseguridad mezclada de osadía de su carta al enigmático Onegin. Ningún sonido es forzado, y aunque su caudal sonoro sea importante, encuentra siempre colores variados que van construyendo un personaje lleno de matices e irisaciones. En cambio, el Lenski del británico Sam Furnes es una decepción integral: la línea problemática, la proyección azarosa y el personaje desdibujado. Según parece, estaba enfermo. Pero no se comprende la decisión personal o de la dirección del teatro de dejarlo salir a escena en esas condiciones, máxime cuando Bogdan Volkov, que participa en el otro reparto, ha cosechado un éxito de público y crítica sin ambages. Nos consolaremos con el imborrable recuerdo discográfico del gran Nicolai Gedda (quien, por cierto, también grabó el cómico Triquet). El ucraniano Yuriy Yurchuk dibuja muy bien ese Onegin incomprensible y contradictorio, en cierto modo precursor del nihilismo filosófico ruso y cuya vida no tiene ni rumbo ni sentido moral. La voz es agradable y bien proyectada, aunque tal vez necesitábamos sentir de manera más pungente el tormento que le supone haber matado en duelo a su amigo Lenski por razones demasiado ligeras. La mezzosoprano belga Lotte Verstaen posee un instrumento más que interesante y nos ofrece una Olga espontánea y con mucha presencia escénica. Su registro grave es aún algo tenue, algo normal a su jovencísima edad, pero todo el resto compensa con creces esa pequeña reserva. El príncipe Gremin del francés Nicolas Courjal es convincente y expresivo, dibuja muy bien ese personaje cálido y amoroso aunque por momentos el vibrato descontrola ligeramente la emisión vocal. Delicioso el Triquet de Christophe Mortagne y muy solventes las dos mezzosopranos, Bernardetta Grabias y Cristina Melis como Larina y Filipievna.

Una escena de "Eugenio Onegin" / Foto: © Karl Forster
Una escena de «Eugenio Onegin» / Foto: © Karl Forster

Laurent Pelly no es un director de escena al uso: ni es provocador ni tiene una especial resonancia mediática y tampoco es dado a reescribir o superponer historias nuevas en las óperas escritas antaño. Sin embargo, lleva más de treinta años sirviendo con un talento superlativo las partituras escritas, que ama y conoce siempre con todo lujo de detalles y les presta invariablemente toda la atención que se merecen. Y su firma es sutil, apenas algunos rasgos del trabajo actoral nos pueden dar pistas sobre quién es el autor de sus puestas en escena. Porque cada una de sus tareas resulta radicalmente diferente de la anterior. Mientras que algunos directores repiten con harta frecuencia el mismo espectáculo con diferentes títulos, historias o autores, abusando de clichés más o menos creativos que raramente van a buscar la íntima relación creativa entre el compositor y el libretista, un hecho clave en el proceso generador de la ópera. Escribe Pelly en el programa de mano este texto revelador: “La música es fundamental para mí en el sentido en que constituye una vía hacia el ensueño y el no-realismo”. Sé de algunos aficionados que recorren los teatros europeos siguiendo el rastro de su maravilloso trabajo y los comprendo. Se ha dedicado mucho al repertorio francés: más allá de sus irresistibles Offenbach, ha firmado la dirección escénica de muchas obras desde Rameau hasta Massenet o Ravel, pero también de bastantes óperas italianas. Crítica: «Eugenio Onegin» Monnaie Bruselas

Una escena de "Eugenio Onegin" / Foto: © Karl Forster
Una escena de «Eugenio Onegin» / Foto: © Karl Forster

Tras haber escenificado con su fiel equipo cinco óperas en La Monnaie, afrontaba aquí por vez primera un drama romántico ruso y su trabajo resulta especialmente meritorio, pues consigue una eficacia expresiva máxima reduciendo los medios y los efectos visuales a su expresión más yerma y minimalista: una plataforma giratoria desnivelada a la cual nunca acceden los campesinos, solamente los nobles, y cuyo movimiento y el de un panel también móvil sugieren y acompañan los conflictos emocionales de los personajes. Diseña un mundo imaginario, onírico, como quintaesencia del espíritu ruso, prestando la máxima atención a los diversos amores que van dilapidando el encanto original pasando de la ilusión a la decepción, algo que comparten los cuatro personajes femeninos del elenco. Los trajes, también de su autoría esta vez, reflejan una época indefinida, pero claramente anterior a la Revolución de 1917. Sin prestar especial atención al conflicto social porque considera que los personajes no pueden escapar al destino que la sociedad les imponía en aquellos tiempos. Todo ello le permite trabajar básicamente con la dirección de actores y los juegos de luces, consiguiendo un espectáculo completo: los tres actos de considerable duración pasan como una exhalación de impresiones y vivencias intensas, sin ningún momento de tedio o de vacilación. Una obra maestra magníficamente servida.


Bruselas (Teatro de La Monnaie), 10 de febrero de 2023 Eugenio Onegin de P. I. Tchaikoski.

Dirección musical: ALAIN ALTINOGLU Puesta en escena y vestuario: LAURENT PELLY. Escenogríaaf: MASSIMO TRONCANETTI Iluminación: MARCO GIUSTI Coreografía: LIONEL HOCHE Director del coro: JAN SCHWEIGER Crítica: «Eugenio Onegin» Monnaie Bruselas

Elenco: Larina: BERNADETTA GRABIAS   Tatyana: NATALIA TANASII  Olga:LOTTE VERSTAEN   Filipievna: CRISTINA MELIS   Eugenio Onegin:
YURIY YURCHUK   Lensky: SAM FURNESS   Príncipe Gremin: NICOLAS COURJAL 

OW